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Cómo mitigar el cambio climático desde la agricultura

Cómo mitigar el cambio climático desde la agricultura

El Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA), adscrito al Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural (DACC) del Gobierno de Cataluña, coordina y lidera varios proyectos para determinar qué tipos de cultivo y qué prácticas agrarias permiten secuestrar más carbono en el suelo y en las estructuras leñosas de los cultivos arbóreos.

«Todos los cultivos absorben carbono durante el día a través de la fotosíntesis; por la noche, sin embargo, liberan sólo una parte», ha firmado Robert Savé, investigador emérito del programa de Fruticultura del IRTA y uno de los autores del ‘Mapa de las reservas de carbono orgánico en los suelos agrícolas de Cataluña.

Además, ha añadido que los cultivos leñosos, como el viñedo o el olivo, son los que más lo almacenan porque tienen una vida más larga en comparación con los cultivos herbáceos, como los cereales.

En este sentido, ha puesto como ejemplo el olivo, el cual se calcula que captura tres veces más carbono que un bosque de pino carrasco, según ha apuntado Savé,

El experto del IRTA ha destacado que también existen diferencias según los tipos de suelos: los de secano son los que acumulan mayor cantidad de carbono en comparación con los suelos húmedos o de regadío, en los que el agua favorece la actividad de los microorganismos y, por tanto, la descomposición de la materia orgánica, una parte del cual se transforma en dióxido de carbono que se libera a la atmósfera.

 

Las mejores prácticas, recogidas en una guía

Según los estudios, el poder de absorción y secuestro de carbono de los suelos y cultivos se ve amplificado en función del manejo y gestión de los mismos.

La Guía de buenas prácticas agrarias Carbocert, en cuya redacción participó el IRTA, recopila las mejores prácticas disponibles para cuantificar y mejorar el secuestro de carbono en suelos agrícolas y estructuras leñosas de los seis cultivos más representativos del Estado español: olivo, almendro, trigo, cítricos, vid y arroz.

Entre las prácticas que se recogen y que favorecen el secuestro del carbono se encuentran, por ejemplo, incorporar los restos de poda o del cultivo en el suelo, o bien labrar el mínimo o, incluso, no labrar.

Así, tal y como recoge la guía, se estima que incorporar restos de poda puede incrementar en un 60% el contenido de carbono orgánico en las capas superficiales del suelo.

«Estas prácticas hacen, por un lado, que parte del carbono sintetizado durante el cultivo se reincorpore al agrosistema y, por otro, ralentizan la descomposición de la materia orgánica, lo que evita el retorno del carbono a la atmósfera», ha explicado la investigadora del programa Aguas marinas y continentales del IRTA, Maite Martínez-Eixarch, una de las autoras de la guía.

En la lucha contra el cambio climático, es indispensable la implicación del sector y, en este sentido, uno de los líderes es el vitivinícola.

El IRTA tiene en marcha diversas iniciativas con empresas vitivinícolas, a las que proporciona asesoramiento a la hora de tomar decisiones para que puedan sacarle el máximo rendimiento a la humedad del suelo.

También cuenta con años de experiencia en proyectos sobre viñedo y cambio climático. Una buena muestra de ello es el proyecto ‘Vitimpact: Contribución a la evaluación ambiental de la viticultura’, desarrollado con la Universidad de Lleida (UdL), que ha proporcionado información de utilidad en el avance del conocimiento respecto a la influencia del suelo, la disponibilidad hídrica, la fertilización y la biodiversidad de la microbiota del suelo en las emisiones directas de gas de efecto invernadero en el cultivo de la viña en condiciones de secano mediterráneo, según ha explicado Felicidad de Herralde, investigadora del programa de Fruticultura IRTA y una de las autoras del proyecto.

 

Más carbono, más fertilidad

El incremento de la capacidad de fijación de carbono por parte de los suelos hace que éstos sean más fértiles y resilientes y, por tanto, más productivos, algo que contribuye a abastecer alimentos en un mundo en crecimiento exponencial: se espera que para 2050 haya en el planeta 10.000 millones de personas y que la demanda de alimentos aumente hasta en un 60%.

Esto, en unas condiciones ambientales que, según el Primer Informe del Cambio Climático en el Mediterráneo (MAR1) de la red de Expertos del Mediterráneo en Clima y Cambio Ambiental (MedECC), reducirán la productividad agrícola en un 17% de media en toda la zona mediterránea.

El abastecimiento de alimentos de calidad, seguros y asequibles es, junto a la mitigación del calentamiento global, el otro gran reto de la agricultura. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas incluyen estos retos en los ODS 2 (Hambre cero) y 13 (Acción por el clima), que remarcan que los suelos agrícolas son unos aliados para la seguridad alimentaria y para hacer frente al cambio climático.