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Una visión práctica del control integrado de enfermedades en frutales

Una visión práctica del control integrado de enfermedades en frutales

Hoy en día no se concibe abordar el control de enfermedades de una parcela o explotación frutal sin tener en cuenta los demás aspectos sanitarios y productivos: las plagas, el manejo del suelo, el abonado, la poda, etc. Todos ellos confluyen en una visión del manejo que debe ser observada y tratada en su conjunto, teniendo en cuenta todas las interacciones entre las diferentes tareas y sus efectos particulares. El manejo de enfermedades no está excluido de esta ecuación en la que, aun siendo un sistema específico, no deben olvidarse los demás factores que puedan influir.

Jaume Almacellas Gort. Servicio de Sanidad Vegetal. Generalitat de Cataluña.

En este artículo planteamos la protección fitosanitaria preferentemente desde un punto de vista eco­nómico, en el que los umbrales económicos pivotan sobre toda la gestión, sin menospreciar hoy en día otros aspectos como los ambientales, las resistencias o la sostenibilidad de las medidas adoptadas en cada caso.

La producción agrícola está basada en el beneficio que, básicamente, es económico, aunque pueda también tener otros aspectos. Dentro de ella, la protección fitosanitaria tiene como objetivo minimizar las pérdidas provocadas por todos los agentes que puedan causar daño o en­fermedad en la explotación, ya sean las pla­gas en el sentido estricto, las enfermedades, las malas hierbas o los agentes abióticos.

La protección fitosanitaria se puede ba­sar en conceptos diferentes de manejo, desde la protección química e indiscriminada de antaño a la protección razonada o a la más extendida actualmente como la protección integrada o manejo integrado, sin olvidar la protección en producción eco­­­lógica u orgánica e incluso algunos otros sistemas que hoy en día se están de­sa­rrollando, como por ejemplo la producción biodinámica.

El control de enfermedades dentro de la protección integrada tiene los mismos fundamentos que esta, y pretende el control de las enfermedades desde todos sus aspectos, teniendo en cuenta los demás factores de la producción agrícola, tanto la gestión de plagas y malas hierbas como el abonado, el riego, el sistema de formación, el manejo del suelo, y el resto de variables.

Las exigencias del mercado

¿Cuántas manchas de moteado o roña en unas manzanas de la cesta de la compra toleramos como consumidores? ¿Cuánto russeting aceptamos en peras del tipo Blanquilla, Ercolini o Limonera para rechazar una compra? ¿Cuántas manchas de oídio permitiremos en unos melocotones, nectarinas o paraguayos para decidir no comprar?

Las respuestas a estas preguntas nos tienen que hacer reflexionar como productores, puesto que condicionan toda la producción agrícola y los recursos dedicados. Por ejemplo, nos podemos hacer otra pregunta: ¿es diferente el gusto de unas frutas con algunas de esas manchas, o no? Con todo esto no queremos decir que se deba consumir fruta con manchas que provocan un deterioro de la fruta y su descomposición y la pérdida de sus propiedades, pero sí que algunas enfermedades no afectan la calidad de la fruta si su presencia es baja.

Qué daño queremos tolerar

Un aspecto que nos gustaría destacar en la gestión integrada de enfermedades en frutales es el criterio o umbral de daño que queremos o podemos tolerar en el mo­mento de la recolección, cuyo valor puede ser muy flexible y condiciona todas las demás decisiones de la protección. Por ejemplo, la producción de fruta para un mercado muy exigente, puede sig­nificar que el aspecto de la fruta tenga que ser inmaculado y, con ello, no debe tener ninguna presencia de síntomas de enfermedad, aunque sea solamente una cuestión estética. Esta tolerancia define un umbral económico de intervención.

Aparte del aspecto estético, hoy en día existen requisitos de las grandes distribuidoras de alimentación que se basan en pretender un residuo cero de muchos productos químicos y una producción en campo basada en unos pocos productos predeterminados para gestionar el control fitosanitario. Esta propuesta ha generado mu­cho debate, puesto que condiciona el ma­nejo fitosanitario a un precio de venta, y no está condicionado, a la vez, a la legislación fitosanitaria siempre que sea más res­trictiva que esta. Es la ley de la oferta y la demanda, bajo la que el productor está posicionado normalmente en situación de inferioridad ante la potencia de las grandes corporaciones alimentarias.

De qué herramientas puedo disponer

La tolerancia de daños que comentábamos anteriormente nos conduce a la decisión de controlar los posibles efectos de una enfermedad en la producción final. Si la tolerancia de daños en la recolección es baja o muy baja, el umbral de daños es bajo y el umbral económico, que será bajo (poca tolerancia a pérdidas económicas), define una elevada necesidad de controlar.

Por el contrario, si la tolerancia de daño es media, alta o muy alta, el umbral de daños y el económico permiten mayor espera antes de tratar y, probablemente, un menor coste de los tratamientos. Esto último suele ocurrir en tipos de producción que valoran otros aspectos aparte de los estéticos, como los organolépticos o la ausencia de residuos de productos químicos de síntesis en la producción ecológica, que podrían compensar, si sucediera, con un precio mayor del producto final que fueran capaces de pagar sus clientes.

Diferentes grados de daño por moteado del manzano en frutos.

Controlar supone casi siempre un coste, desde cualquier labor cultural, por sus costes de maquinaria y mano de obra, hasta los costes conocidos de los tratamientos químicos. Respecto a estos últimos, y de forma similar a lo que decíamos en un artículo sobre la protección en ce­rea­les de invierno, la decisión de controlar supone que el coste del control, desglosado entre el coste del producto y el coste de la aplicación, debe ser menor (o igual) que el beneficio de la acción, es decir, la suma de las pérdidas debidas a la enfermedad y de las pérdidas no controladas por el tratamiento, o lo que sería: Coste del control ≤ Beneficio, siendo de forma desglosada como se muestra en la ecuación 1.

Ecuación 1: Coste Producto + Coste Aplicación ≤ Pérdidas Enfermedad + Pérdidas No Controladas

Umbral económico de intervención en frutales

Según el criterio de coste/beneficio ex­pues­to, y según el porcentaje de tolerancia de daños que se admita en cosecha, se define el umbral económico de intervención.

Como se decía anteriormente, una to­lerancia cero significará que no podemos permitir ningún daño en la producción recolectada debido a problemas fitosanitarios, por lo que, en el caso de enfermedades, no se permitirá ningún efecto de mi­celio, mancha o lesión en la fruta. Por tan­to, en este supuesto, solamente la de­tección de una enfermedad que pueda su­poner una sola mancha en un fruto no puede ser tolerada y debe ser prevenida antes de que suceda. Esto comporta que se apliquen tratamientos preventivos a la detección de los primeros síntomas o, incluso, tratamientos antes de la observación de estos, lo que va en contra de la normativa europea de gestión integrada de plagas y no debería ser una opción, pero sabemos de la dificultad de reacción ante la detección de los primeros síntomas.

Sistemas de avisos y de apoyo a las decisiones

Los sistemas de avisos son herramientas, normalmente informáticas, que pretenden ayudar al agricultor a tomar decisiones de las incidencias, normalmente sanitarias, en un sistema productivo. Funcionan de for­­ma que relacionan los datos de enfermedad y ambientales para predecir unas posibles pérdidas de cosecha. Diríamos que ponen en juego un conjunto de datos de naturaleza diferente que influyen significativamente en el resultado de una afectación de plaga o enfermedad en el cultivo, parecido a lo que hacen los expertos con sus conocimientos y experiencia.

Estos sistemas tienen la ventaja de su rapidez de cálculo y de que pueden manejar una gran cantidad de datos en poco tiempo, junto a que pueden mejorarse con la incorporación de nuevos paquetes de datos.

En fruticultura existen algunos sistemas de avisos consolidados para algunas enfermedades importantes de sus cultivos, como por ejemplo el moteado del man­zano o la estemfiliosis del pe­ral, pero no existen para todas las enfermedades. Suelen incluir datos de temperatura, humedad relativa, precipitación, humectación efectiva, para una localización o zona concreta y su área de in­fluen­cia, con el objetivo de proporcionar re­sultados de riesgo de infección de la enfermedad. Como ejemplo, las tablas o gráficos de Mills, en las que, si el riesgo es moderado o alto, normalmente la decisión es la de tratar; si el riesgo es bajo, la decisión dependerá de otros factores de la explotación y de la voluntad del agricultor por asumirlo.

Programa de control integrado de enfermedades

Manejaremos principalmente dos puntos de vista. Uno previo a la plantación y otro de gestión de la plantación en sí misma:

  • Previo a la plantación. Se deben escoger los componentes productivos adaptados a las condiciones de nuestra parcela. Son muy importantes la elección de la variedad asociada al pie o patrón adecuado y la elección del sistema productivo. Respecto a este último, se debe tener en cuenta la definición de la densidad de la plantación, el sistema de formación, el abonado, el tipo de riego, el sistema de poda y el manejo del suelo, entre otros.
  • En producción. Sería la gestión de enfermedades dentro de la GIP propiamente dicha. En este sentido se debe conocer bien el comportamiento de la variedad respecto a plagas y enfermedades y reconocer las que sean principales, especialmente si exis­te una plaga o enfermedad clave de la parcela. Además de no perder de vista la gestión de plagas y enfermedades secundarias.

En cualquier caso, se deben tener en cuenta las interacciones con el resto de operaciones de la plantación, incluidos los tratamientos o acciones contra plagas o malas hierbas. Muchas operaciones pueden repercutir de forma positiva o negativa en el control de enfermedades.

Síntomas en hojas y frutos de estemfiliosis o mancha marrón del peral.

Así mismo se debe aportar, siempre que se pueda, una solución de equilibrio, puesto que no se puede solucionar un problema para empeorar otro.

Respecto a las herramientas fitosanitarias, se deben valorar todas las posibilidades de control, no solamente un tipo, que suele ser el preferido ante el resto. A veces existen varias posibles acciones y no solamente una, por lo que varias acciones a la vez o sucesivas pueden ser más efectivas que una sola.

Por otra parte, es necesario valorar si es conveniente intervenir. Cabe verificar siempre la presencia de enfermedad, me­dir qué intensidad tiene y prever si puede comportar pérdidas. Es el momento de utilizar el umbral económico de intervención bajo las consideraciones anteriores. Todo ello comporta la concreción de las medidas a utilizar en caso de tener que intervenir.

Para acabar, un aspecto que frecuentemente se olvida y que es uno de los más importantes: después de aplicar una acción, se deben valorar objetivamente los resultados, anotarlos y crear un histórico de datos, para evaluar de forma crítica la utilidad de la acción o acciones realizadas.

Toma de decisiones

El proceso para la toma de decisiones es secuencial, es decir, se deben hacer unas consideraciones antes que otras en el tiempo para, al final, tener todas las herramientas necesarias. Dicho proceso sería el siguiente:

  1. Establecer las plagas y enfermedades clave en el cultivo, que son las consideradas más importantes y que condicionarán las acciones en el resto de problemas fitosanitarios que puedan suceder. Por ejemplo, el moteado en manzano, la mancha marrón en peral o la podredumbre parda o moniliosis en melocotonero.
  2. Conocer los niveles de plaga/enfermedad que están sucediendo. Es decir, esta observación nos aportará conocimiento sobre la distribución, incidencia e intensidad de la enfermedad en la plantación. Para ello se debe ejecutar un muestreo que puede ser muy sencillo o más complejo, pero que debe aportar la suficiente información para decidir objetivamente.
  3. Establecer los umbrales de intervención en la propia explotación y, por tanto, los criterios de intervención.
  4. Escoger la estrategia o estrategias de intervención, priorizando siempre las medidas no químicas, prioritarias en GIP por normativa, a las químicas.
  5. Medir el grado de control del problema y sus efectos sobre problemas colaterales, como otras plagas y enfermedades que no eran objetivo de control.
  6. Evaluar los efectos no deseados sobre la fauna auxiliar, la fitotoxicidad de los tratamientos en el cultivo, las derivas del tratamiento a parcelas vecinas y las posibles apariciones de resistencias en el caso de haber utilizado productos fitosanitarios.

Control de la enfermedad

Siempre insistimos en que basamos el control de enfermedades en tres ejes o grupos de medidas: las inherentes al comportamiento de la variedad respecto al pa­tógeno, relacionadas con su re­sis­ten­cia/susceptibilidad, las relativas al manejo de la plantación en toda su extensión, que denominamos medidas culturales, y las de­rivadas del uso de substancias químicas, biológicas o biotecnológicas mediante tratamientos o aplicaciones fitosanitarias.

Una vez escogida la variedad en un sistema productivo, debe saberse cómo se comporta ante las enfermedades, puesto que la gestión es muy diferente si esta es susceptible o resistente ante el o los patógenos. Las variedades susceptibles se deberán proteger cuando exista riesgo de infección o de presencia de la enfermedad teniendo en cuenta el concepto de umbrales explicado.

Las medidas culturales pueden ser muy diversas y algunas de ellas son muy eficientes en el control de algunas enfermedades. Las principales son la retirada y eliminación fuera de la parcela de los restos de poda y la descomposición de los restos vegetales, hojas y frutos, en el sue­lo, que suelen ser fuente de inóculo para algunas enfermedades. La poda puede ejercer de vía de transmisión en el caso de enfermedades de la madera. Una mala gestión del abonado y del riego puede predisponer la plantación a un ma­yor riesgo de enfermedad.

Respecto al uso correcto de los tratamientos fitosanitarios, proponemos las siguientes recomendaciones:

  • Conocer las sustancias activas que puedan ejercer un control sobre la enfermedad.
  • Revisar las opciones de productos comerciales disponibles y autorizadas en el momento de escoger un producto.
  • Conocer las eficacias y los efectos colaterales de cada uno de los productos comerciales a valorar.
  • Valorar los efectos sobre la fauna auxiliar que nos permite un mejor control de otros organismos plaga que no son objetivo.
  • Revisar la capacidad de generar resistencias a las poblaciones de los patógenos que queremos controlar, de las sustancias químicas incluidas en los productos escogidos.
  • Escoger dosis, si existen opciones, y el momento o momentos óptimos de tratamiento.
  • Valorar la eficacia de la aplicación y decidir si es necesario repetir la aplicación.