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Moruno, Gordo y Antiguo, las tres variedades de tomate tradicional recuperadas que se comercializan en lineales madrileños

Moruno, Gordo y Antiguo, las tres variedades de tomate tradicional recuperadas que se comercializan en lineales madrileños

Estas tres variedades desaparecieron de los campos madrileños a partir de los años 60 tras el éxodo rural. Ahora han sido recuperadas por el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), y seleccionadas de entre más de 40 variedades por su sabor y para su comercialización en una gran superficie de la Comunidad de Madrid.

Elena Martín Seseña. Redacción.

El Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra) y Alcampo se han unido en un proyecto de recuperación de variedades autóctonas de tomates, en el que participan junto a tres agricultores madrileños: Félix Ledesma, José Francisco Brunete y Mariano García.

Cada productor ha destinado al cultivo de tomate tradicional una hectárea de cada una sus fincas y ha utilizado un sistema de cultivo al aire libre sostenible y respetuoso con el medioambiente. En total, se les han entregado 12.000 plantas de las tres variedades de tomate seleccionadas para su comercialización, 4.000 a cada uno.

El resultado que se prevé sería de una producción de 40.000 kilos que será adquirida en su totalidad por la gran superficie y repartida de la siguiente forma: variedad Moruno, 17.000 kilos; variedad Antiguo, 11.000 kilos y variedad Gordo, 12.000 kilos.

“Alcampo tiene una estrategia que trata de fortalecer y favorecer los productos locales en sus lineales para poner en valor este producto de proximidad y estamos muy agradecidos de que haya contado con nosotros”, explica Sergio López, gerente de Imidra.

 

Punto de partida del proyecto de recuperación

En 2010, el Imidra se da cuenta de que hay un interés creciente entre los agricultores por las variedades de tomate locales. De la mano de agricultores tradicionales madrileños que colaboran donando sus semillas al Banco de Germoplasma del Instituto, empiezan a recopilar y a realizar ensayos de campo con estas variedades, concretamente en la finca La Isla ubicada en Arganda del Rey, con una técnica de cultivo tradicional.

Las caracterizaciones de cada una de las variedades (hasta 42) que han estado registrando a lo largo de estos años les han permitido conocer más afondo una serie de parámetros diferenciadores de cada una de ellas.

De entre todas, investigadores del Imidra han buscado las cinco que tenían más posibilidades de comercialización y, así mismo, de ofrecer un valor añadido al agricultor madrileño e, indirectamente, al consumidor, teniendo en cuenta la productividad, la adaptación al cultivo a las condiciones ambientales y, sobre todo, la calidad y el sabor.

“Nuestros intereses finales son fomentar la idea de que en Madrid se puede consumir producto de proximidad, ofrecer un valor añadido al agricultor madrileño, evitar la pérdida de la biodiversidad y recuperar el sabor del tomate tradicional”, apunta Isabel Fernández, investigadora en el departamento de Agroalimentación del Imidra.

Y es que, con este proyecto, tanto el Imidra como Alcampo, han buscado establecer un trato directo con el propio productor, eliminando los intermediarios que, generalmente, van asociados a las grandes superficies, y conseguir una producción sostenible.

 

Variedades protagonistas

De las cinco variedades que tenían planteadas, Imidra decidió apostar solo por tres (Moruno, Gordo y Antiguo) que fueran muy diferentes entre sí. El objetivo era alargar la temporada del producto en los lineales, por lo que se pudiera consumir desde junio hasta mediados de octubre.

“Estos tomates van dirigidos a un cliente que sepa valorar la heterogeneidad del producto ya que el aspecto de cada uno siempre es distinto independientemente de las características inherentes de la variedad”, apunta la investigadora del Imidra.

Morfológicamente, el tomate de la variedad Moruno es relativamente pequeño y redondeado. En cuanto al sabor, tiene un equilibrio adecuado entre dulzor y acidez. Además, es una variedad muy productiva. Según Fernández, es el tomate que le suele gustar a la mayor parte de consumidores a diferencia del Gordo, que es más ácido. Este último es más llamativo por su aspecto ya que tiene una forma acorazonada y un tono más anaranjado, mientras que el Antiguo es más deformado, de color rosado y en el que predomina el dulzor frente a la acidez.

José Francisco Brunete, uno de los agricultores seleccionados que lleva más de 20 años en el sector, destaca que está muy contento con estas tres variedades. Aclara que han tenido los problemas habituales del cultivo, en cuanto a plagas y a enfermedades pero que, en definitiva, la productividad en conjunto y la aceptación del producto por el consumidor está siendo muy buena.

Brunete ya producía otras variedades de tomate autóctono que no eran muy comerciales y decidió formar parte de este proyecto para ampliar su huerta y porque había encontrado en él una filosofía muy parecida a su forma de trabajar.

En su finca se dedican al cultivo cuatro personas: dos en plantilla y otras dos contratadas para apoyar en esta tarea. “Este tomate hay que recolectarlo a mano y es mucho trabajo para las dos personas que teníamos. Mientras dure el proyecto seguirán activos los otros dos puestos de trabajo adicionales”, afirma Brunete.

Felix Ledesma, otro de los productores elegidos, también se muestra satisfecho de formar parte de esta iniciativa, ya que entre sus objetivos, con su marca Riconatura, y los del proyecto del Imidra y Alcampo estaba la búsqueda del sabor original del tomate producido de la forma más ecológica posible, respetando el medio ambiente.

“Con estas variedades ya hemos conseguido los objetivos marcados de “sabor” y de elaborar un producto lo más natural posible, también hemos conseguido producir cantidad de alimentos sanos toda la temporada, llevarlos a consumidores cercanos, contribuir a la fijación de la población rural, favorecer al consumidor con alimentos recién recolectados y naturales, y todo esto a un precio muy adecuado”, añade Ledesma.

Aunque Ledesma se dedica al sector de las finanzas, es un apasionado de la agricultura. Solo lleva cuatro años a nivel autoconsumo pero, en la actualidad, se ha planteado conseguir más rentabilidad y demostrar que las pequeñas explotaciones también tienen cabida en la sociedad y en el momento actual. “Estamos perdiendo agricultores, huertas y campos. Nuestro objetivo también es contribuir a esta recuperación”, destaca Ledesma.

De las dos hectáreas que tiene, ubicadas en el municipio de Riva-Vaciamadrid, una la ha dedicado al proyecto del Imidra, donde ha plantado las tres variedades (una hectárea dividida en tres parcelas para cada variedad). “La recolección la empezamos el pasado 20 de julio y de momento estamos entregando cerca de 800 kilos al día”. En total, se espera que la producción sea de 40.000 kilos de tomate por cada hectárea.

Con estos proyectos, el Imidra también se plantea fomentar el relevo generacional y que los jóvenes vean en el campo y la agricultura una salida laboral tan prestigiosa como cualquier otra. “En el campo hay gente muy profesional y muy comprometida con algo tan fundamental como es la tierra y la alimentación de la población, tenemos que apoyarlo”,  afirma el gerente del Imidra.

López afirma que todos los proyectos de investigación que se están poniendo en marcha en la actualidad tienen un objetivo claro de mejora de la calidad del producto de Madrid y de la mejora de las explotaciones agrícolas y ganaderas.

En este sentido, el gerente de Imidra apunta que “nos gustaría estar más cerca de toda esta comunidad y, para ello, se ha planteado otro proyecto llamado “Agroasesor” que verá la luz en breve y que estará compuesto por técnicos específicos que puedan asesorar in situ a los agricultores y ganaderos sobre las nuevas tecnologías y los nuevos modelos de negocio. De esta manera, queremos ayudarles a desarrollarse mientras se adaptan al nuevo tiempo”.